Esté donde esté, diputada, senadora, ministra, o donde la vida la lleve, hay un sector que, movido por el reconocimiento de su talento y otros elementos a favor, no le perdona a Faride Raful su propia existencia.
Faride fue, como diputada, tendencia en redes sociales, y una de las figuras clave en denunciar y concienciar sobre la corrupción e impunidad galopante de aquel entonces. Como senadora, el ataque contra ella se recrudeció, acusándola de aprobar préstamos que antes criticaba. Sin embargo, lo que Faride denunciaba en su etapa como diputada no eran los préstamos en sí, sino la falta de transparencia en los soportes jurídicos de los mismos. A pesar de esto, sus detractores utilizaron la situación para impulsar una campaña en su contra. Esto sucede porque, como política, Faride es hábil, con un discurso convincente y valiente. Ha aprendido a ser comedida y oportuna, respetuosa y puntual, cualidades que no siempre ha tenido, pero que ha adquirido con el tiempo, lo que provoca temor en quienes la ven como una figura con potencial futuro.
Grupos ideológicamente adversos utilizan temas como el aborto y la cuestión haitiana para encasillar y demonizar no solo a Faride, sino a cualquiera que no se alinee con sus posturas extremas, muchas veces xenófobas, racistas y fascistas. Estos grupos recurren al desprestigio moral, el ataque personal, las medias verdades y las mentiras para crear matrices de opinión negativas contra figuras políticas. En lo que respecta a la candidatura senatorial de Faride, perdió esa batalla de percepción, aunque probablemente habría salido triunfante en un contexto más justo, tanto en debates como en las urnas.
Ahora, como ministra, la guerra de percepciones apenas comienza. Se le culpa de todo lo que sale mal, mientras ella, desde su ministerio, trata de mantener informada a la población sin recurrir a shows mediáticos. Si son lo suficientemente conscientes del terreno en el que se encuentran —con periodistas pagados por opositores políticos e ideológicos o por grupos mediáticos que presionan para obtener beneficios publicitarios—, ella y su equipo deberán actuar con prudencia para evitar ser aplastados por quienes ven en Faride una sombra sobre sus aspiraciones políticas.
Faride ha aprendido el poder de los planes mediáticos y las redes sociales en estos tiempos. Su salida como candidata debió enseñarle aún más, y como buena política, habrá sacado sus conclusiones, reestructurando algunas fisuras en su proceder.
Tiene frente a sí a la ultraderecha nacional e internacional, a parte de los autodenominados «presidenciables» y sus equipos dentro del partido, así como a mafias que se han alimentado históricamente de las debilidades del ministerio que dirige. Esta es, sin duda, la mayor batalla que ha enfrentado, pero ha comenzado bien, con proyectos para abordar problemas pendientes como el ruido, las invasiones de terrenos y otros males históricos que han contribuido al desorden institucional y ciudadano. Sin embargo, es claro que esto apenas está empezando.
Cada tuit de Faride se convierte en tendencia. Su figura, incluso en silencio, sigue siendo noticia. Como ciudadana dominicana y figura política, además de ser un referente ideológico, es el objetivo de numerosos intereses poderosos en la República Dominicana. Por ello, debe dosificar su defensa y su lucha.
Fernando Buitrago
@Fdo_Buitrago
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6/10/2024